lunes, 5 de noviembre de 2007

A UN ZAINO MUERTO por Leopoldo Marechal

En la inocencia de tus ojos muertos
recuperó su dignidad el cielo:
la muerte nunca tuvo
dos tréboles más castos
que tus ojos.

La tarde se perfuma con el silencio
que brota de tu piel.
Bajo tus patas rígidas la tierra
llora su música perdida.
Se ha dormido en tus remos la distancia.
Semillas de la noche venidera
son tus ojos abiertos como nunca.

Has arreado tus días como novillos rojos
y tus noches enguampadas de luna.
sobre tu cruz el sol
fue un pájaro boyero que cantó en las mañanas.
Hacías temblar la cuerda
metálica de los ríos.
Cigüeñas asustadas, los paisajes
al son de tu galope levantaron el vuelo.
Corazón batiente de la soledad,
has azotado las ocho lejanías desnudas.

En bajíos de sueño descansarás ahora:
tu paz es un elogio de la muerte
que perfuma los llanos.
La tierra de tus huesos
empolvará mañana los tobillos del viento.

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