lunes, 29 de agosto de 2011

viernes, 26 de agosto de 2011

A Dios en primavera por Juan Ramón Jiménez


Señor, matadme, si queréis.
(Pero, Señor, ¡no me matéis!)

Señor Dios, por el sol sonoro,
por la mariposa de oro,
por la rosa con el lucero,
los corretines del sendero,
por el pecho del ruiseñor,
por los naranjales en flor,
por la perlería del río,
por el lento pinar umbrío,
por los recientes labios rojos
de ella y por sus grandes ojos...

¡Señor, Señor, no me matéis!
(...Pero matadme, si queréis)

Adolescencia por Juan Ramón Jiménez


En el balcón, un instante
nos quedamos los dos solos.
Desde la dulce mañana
de aquel día, éramos novios.
-El paisaje soñoliento
dormía sus vagos tonos,
bajo el cielo gris y rosa
del crepúsculo de otoño.-
Le dije que iba a besarla;
bajó, serena, los ojos
y me ofreció sus mejillas,
como quien pierde un tesoro.
-Caían las hojas muertas,
en el jardín silencioso,
y en el aire erraba aún
un perfume de heliotropos.-

No se atrevía a mirarme;
le dije que éramos novios,
...y las lágrimas rodaron
de sus ojos melancólicos.

miércoles, 24 de agosto de 2011

¡CUANDO SOY DÉBIL ES CUANDO SOY FUERTE! por el Padre Gaspar Fernandez,SCJ



Desde el relato de la creación, queda claro quién es el hombre según la Escritura: Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente (Gn. 2, 7). La fragilidad nos hace humildes, ubicados y abiertos a los desafíos y posibilidades que nos da el Creador. Todo es don, todo es gracia. Llevamos este tesoro en vasijas de barro para que se vea bien que ese poder extraordinario no procede de nosotros sino de Dios (2Cor.4,7) Será la constante de la antropología bíblica.
El hombre ha sido creado frágil y esa es su grandeza. La fragilidad es la experiencia de de que soy limitado, dependiente, de que lo que soy, puedo y tengo lo he recibido, de que puedo desarrollarme pero para eso tengo que transcenderme, buscar fuera de mí lo que puede hacerme más y mejor. La fragilidad en ese caso es una bendición porque es como el resorte que impulsa a la persona a salir de sí para desplegar todas sus posibilidades como en la parábola de los talentos (Mt. 25,14-30). Pero es fundamental que el hombre sea consciente de esas fragilidades que lo impulsan a la superación y dan lugar nuevas posibilidades y fortalezas. ¡Cuando soy débil es cuando soy fuerte! (2 Cor. 12,10)
La fragilidad es una bendición, la maldición es cerrarme sobre mi mismo confiando en que solo lo puedo todo, porque soy como dios, o desconfiando de mi mismo, sin valorar las posibilidades que me ha dado el creador. Entendida así la vida se convierte en una amenaza al desarrollo y a la maduración. Para evitar que la bendición se convierta en maldición, que el hombre se cierre sobre sí mismo, Dios le da al varón una compañera, la mujer, que lo saca fuera de sí para ser con ella una sola carne. La mujer es el don del creador que lo invita a dejar a su padre y a su madre, a autotranscenderse en el amor para dar continuidad a la vida. Y viceversa.
Es una maldición para Adán y Eva querer ser como dioses, lo pueden todo y no necesitan ya del creador. Esa postura los cierra sobre sí mismos, se ocultan por miedo. Caín se muestra resentido y agacha la cabeza ante la preferencia de Dios por los sacrificios de su hermano Abel. Los habitantes de Babel seguros del progreso que significa el descubrimiento del ladrillo y del asfalto quieren construir una gran ciudad para encerrarse, perpe-tuar su nombre y no dispersarse por toda a tierra. Es la contradicción de la orden del Creador: “sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla”(Gn. 1,28). Pedro aparece muchas veces en el Evangelio como un hombre cerrado sobre sí mismo, el amor y la confianza en Jesús lo abre a un mundo inimaginable. La maldición de Judas consistió en permanecer cerrado en la desesperanza provocada por la traición. La tarde de Pascua los apóstoles están encerrados por miedo a los judíos, la presencia de Jesús resucitado que sopla sobre ellos los saca a la calle a dar testimonio y llegarán a todos los rincones del mundo para hacer presente la salvación que brota de la entrega de la vida de Jesús en la Cruz.
Si el hombre hecho de barro, hecho para la bendición, se cierra sobre sí mismo y merece la maldición de Dios, su Creador, todavía hay una salida. Tampoco Dios puede encerrase sobre sí mismo, sobre su dolor, su ira o su venganza. En esto somos semejantes a él: él mismo caería en la maldición si se cerrara sobre sí mismo. Pero es capaz de autotrancenderse en el amor, no quiere ganar a toda costa, acepta perder, no tener razón, se supera en el perdón y abre un camino nuevo, una nueva posibilidad de realización a lo que era un callejón sin salida, destrucción y muerte para su creatura. “Y cuando por desobediencia perdió tu amistad, no lo abandonaste al poder de la muerte: sino que compadecido, tendiste la mano a todos para que te encuentre el que te busca”. (Plegaría Eucarística IV). Ni la mujer, ni el pastor, ni el padre se cerraron sobre su dolor, buscaron hasta encontrar la moneda, la oveja y el hijo; y con ellos la alegría de vivir (Lc.15).
En 2Cor. 4, 6-7 entendemos el motivo por el cual el Creador nos ha hecho de barro: la condición frágil del hombre es una bendición porque su arcilla animada por el soplo de Dios es capaz de reflejar su gloria. Porque es una arcilla digna, hecha a su imagen y semejanza. Arcilla creada por amor y capaz de amar. “Será ceniza, mas tendrá sentido/Polvo serán, más polvo enamorado” (Quevedo: soneto: cerrar podrá mis ojos la postrera). Y esto se hace todavía más evidente en la encarnación: en el rostro de Jesús, el Verbo Encarnado, se refleja la gloria de Dios que brilla también en nuestros corazones de bautizados.
Todo en la vida de Jesús es frágil, vulnerable, carente de fuerza. Fragilidad de niño, nacido en Belén, envuelto en pañales y reclinado en un pesebre, porque no hay lugar para su humilde familia en la posada. Fragilidad, expuesta a la masacre ordenada por Herodes, y protegida por San José que se ve obligado a huir a Egipto como refugiado. Fragilidad del condenado injustamente que no tiene quien lo defienda, porque todos lo han abandonado. Experiencia de la muerte por parte del Dios de la vida, que manifiesta que no es el poder sino el amor lo que cuenta. Porque es el amor y no el poder lo que es más fuerte que la muerte.
Fragilidad bendecida es el contenido de la predicación de Jesús: las bienaventuranzas, el grano de mostaza, el grano caído en tierra, la levadura, los cinco panes, los dos peces, las monedas de la viuda, el lavatorio de los pies, el don de la vida, el perdón, el servicio, al amor.