martes, 12 de julio de 2011

No crezca mi niño por Facundo Cabral


No crezca mi niño,
No crezca jamás,
Los grandes al mundo,
Le hacen mucho mal.

El hombre ambiciona,
Cada día más,
Y pierde el camino,
Por querer volar.

Coro.
Vuela bajo,
Porque abajo,
Está la verdad.
Esto es algo,
Que los hombres,
No apren jamás.

Por correr el hombre
No puede pensar,
Que ni él mismo sabe
Para donde va.

Siga siendo niño,
Y en paz dormirá,
Sin guerras,
Ni máquinas de calcular.

(Prosa)
Diógenes cada vez que pasaba por el mercado
Se reía porque decía que le causaba mucha gracia
Y a la vez le hacía muy feliz
Ver cuántas cosas había en el mercado
Que él no necesitaba.

Es decir que rico no es el que más tiene,
Sino el que menos necesita.

Es decir, el conquistador por cuidar su conquista,
Se convierte en esclavo de lo que conquistó,
Es decir, que jodiendo,
Se jodió.
más

Dios quiera que el hombre,
Pudiera volver,
A ser niño un día
Para comprender.

Que está equivocado,
Si piensa encontrar,
Con una chequera,
La felicidad.

Coro...

lunes, 11 de julio de 2011

No soy de aquí, no soy de allá por Facundo Cabral

En homenaje póstumo a ese gran trovador que ha sido y es Facundo Cabral, ahora estará disfrutando una buena comida y un buen vino a la mesa del Señor a quien tanto amó y tanto comprendió, mucho mejor que acartonados señores, tal vez para recordar lo que dijo Jesús: "No todo aquel que me llama Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos"....Gracias Facundo y hasta la eternidad!!!

Me gusta el mar y la mujer cuando llora
las golondrinas y las malas señoras
saltar balcones y abrir las ventanas
y las muchachas en abril.

Me gusta el vino tanto como las flores
y los amantes, pero no los señores
me encanta ser amigo de los ladrones
y las canciones en francés.

No soy de aquí, ni soy de allá
no tengo edad, ni porvenir
y ser feliz es mi color
de identidad.

Me gusta estar tirado siempre en la arena
y en bicicleta perseguir a Manuela
y todo el tiempo para ver las estrellas
con la María en el trigal.

No soy de aquí, ni soy de allá
no tengo edad, ni porvenir
y ser feliz es mi color
de identidad.

La Patria por Francisco Luis Bernárdez

Dios la fundó sobre la tierra para que hubiera menos hambre y menos frío.
Dios la fundó sobre la tierra para que fuera soportable su castigo.
Desde aquel día es para el hombre desamparado como el árbol del camino.
Porque da frutos como el árbol y como el árbol tiene sombra y tiene nidos.
Manos de amor la hicieron grande como sus cielos, sus montañas y sus ríos.
Como el candor de sus rebaños y la virtud de sus trigales infinitos.
Manos seguras en el día de la victoria y en la noche del vencido.
Tanto en el puño de la espada como en la mano y en el hombro del amigo.
Podemos dar gracias al cielo por la belleza y el honor de su destino.
Y por la dicha interminable de haber nacido en el lugar donde nacimos.

Su nombre suena en el silencio con el sonido luminoso de las armas.
Vive de gloria y de justicia como el perfume de la flor vive de savia.
Es un sonido de monedas caritativas que la tierra desparrama.
Y de trigales que maduran sagradamente para el cuerpo y para el alma.
Nombre de luz para los ciegos, nombre de hogar para los hombres sin morada.
Para el hambriento y el sediento, nombre de pan y al mismo tiempo nombre de agua.
Nombre que suena entre los nombres como entre todas las demás la voz amada.
¿Quién no distingue entre los otros el tintineo de la llave de su casa?
Es el amor hecho armonía y el incansable corazón hecho palabra.
Nobles espadas la escribieron para que ahora la pronuncien las campanas.

El ancho río de la patria viene cantando de una fuente dolorosa.
Pero este mar que lo recibe recuerda el gusto de las lágrimas remotas.
El árbol fiel que nos cobija tiene raíces torturadas en la sombra.
De aquel obscuro sufrimiento viven las flores y los frutos y las hojas.
Nuestro es el día perdurable, nuestro es el sol, nuestra es la luz maravillosa.
Para gozar lo que hoy gozamos fue menester la noche larga y tenebrosa.
Este sosiego pensativo tiene relámpagos de hierro en la memoria.
En los arados impasibles hay un lejano resplandor de espadas rotas.
La patria duerme como un niño, con la cabeza en el regazo de la historia.
Su sueño es dulce y reposado como el que sigue a la virtud y a la victoria.

La patria vive dulcemente de las raíces enterradas en el tiempo.
Somos un ser indisoluble con el pasado, como el alma con el cuerpo.
Como la flor con el perfume, como las llamas y la luz con el incendio.
Como la madre con el hijo que tiene en brazos, como el grito con el eco.
Mucho dolor fue necesario para sembrar lo que cantando recogemos.
Nuestra nobleza está fundada con la firmeza del amor en todo aquello.
Como la roca en la montaña, como la dicha de la casa en los cimientos.
Como la piel en nuestra carne, como la carne dolorosa en nuestros huesos.
Seres borrados por los siglos están velando por nosotros desde lejos.
Cuando florecen los linares, sus ojos claros nos contemplan en silencio.

Dios la fundó sobre la tierra para que hubiera menos llanto y menos luto.
Dios la fundó para que fuera como un inmenso corazón en este mundo.
Mano sin tasa para el pobre, puerta sin llave, pan sin fin, sol sin crepúsculo.
Dulce regazo para el triste, calor de hogar para el errante y el desnudo.
La caridad es quien inspira su vocación de manantial y de refugio.
En las tinieblas de la historia la Cruz del Sur le dicta el rumbo más seguro.
Ninguna fuerza de la tierra podrá torcer este designio y este rumbo.
Por algo hay cielo en la bandera y un gesto noble y fraternal en el escudo.
¡Gracias, Señor, por este pueblo de manos limpias, frentes altas y ojos puros!
¡Gracias, Señor, por esta tierra de bendición y porque somos hijos suyos!

miércoles, 6 de julio de 2011

El gesto de la muerte por Jean Cocteau

Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
-¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán.

El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:

-Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?

-No fue un gesto de amenaza -le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán.