Curandera por arte, vocación y malicia,
la vieja Restituta
duerme aquí (si es que duerme).
Carpía tierras en el camposanto
y arrancaba cebollas
de maligno semblante.
Con un sapo clavado en una higuera
curó todos los males
asombrosos del sur.
En su olla tiznada
cocinó mil dstinos:
ataba y desataba los caballos del odio;
sabía el arte oscuro de apagar y encender
ese ardor forastero
que decimos Amor.
Jinete de una escoba, galopando en el aire,
fue vista por un niño a medianoche,
detrás de su marido
que, según dicen, era
cierto Mozo de pata irregular.
Murió sin aspavientos
en la Creciente Grande.
Si hoy reposa entre tantos esqueletos benditos
es porque en este pago
no había Cura entonces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario