Jesús, iba a pedirte por los que están solos en esta noche, por los que tienen frío, por los que la pasan en terapia intensiva, por los que no tienen ni parientes o sus parientes ni siquiera los saludan. Iba a pedirte por los que tienen penas de amor, y por los que ya ni siquiera tienen penas. Por los que están muertos en vida. Por los deprimidos. Iba a pedirte, en fin, por los que no saben de Ti o por los que saben que ésta, es quizás, o seguramente su última Navidad. Pero pensándolo bien, no es necesario que pida por ellos, porque Tú siempre estás con ellos, aunque no te vean. … Más bien te pediré por los que están llenos de gentes y de amigos, por los que tienen de todo y no les falta nada. Por los que ríen y beben. Por los que celebran descontroladamente y hacen regalos costosos. Por los que miran con complacencia a su prójimo que espera un mendrugo de pan en el dintel de su puerta. Te pido por los plenos, por los saciados, por los dichosos y alegres, porque tal vez, Tú no estés en sus corazones esta noche.
Que misterio el de esta Noche Jesús. Tu noche que anuncia el Día Santo de la Redención. Un ser tan pequeñito y desvalido. Tan necesitado de unos brazos de mujer y tan incapaz de valerse por si mismo, y un Dios tan Infinito, tan Grande, tan Misericordioso.
Jesús, esta es tu Noche, la noche en que los ricos y poderosos no te acogieron y tuviste que nacer en un humilde establo. Déjame ser un buey o un cabrito, o un becerro que te caliente con su hocico. Déjame tener la inocencia y la ternura de uno de esos animales o la humildad de los pastores para caer de rodillas y yo también adorarte. Porque así de rodillas ante Ti, es la única forma en que yo me encuentro a mí mismo y tengo la plenitud que nada ni nadie me da. Porque de rodillas contemplando la maravilla de tu ternura y tu compasión, puedo avisorar un resplandor de tu Infinita Misericordia. Gracias, Jesús.
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Amén
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