Para mi amiga Silvia, a quien el mar misterioso, ha devuelto a la playa de mi vida.
Me quedé como paralizado mirando el cuadro: una playa, un acantilado, las olas rompiendo contra las rocas y el sol escondiéndose entre las nubes.
Fue como un detonador que me transportó al despertar de mi vida. Fue cuando el bosque nos daba su aroma y su frescura. Fue el tiempo en que las hortensias reventaban de gozo ante la caricia del sol, y nos regalaban sus colores azules, rosas y lilas.
Allí estaba yo, parado entre las piedras y la arena, y el agua del mar acariciándome los pies. La espuma jugueteando con el viento y el agua cristalina, fría, que una y otra vez me traía el mensaje de mis sueños más secretos.
Fue cuando vi sus ojos azules reflejados en el agua. Levanté la vista y su sonrisa me deleitó el alma.
Fue un instante fugaz, lo sé, pero su imagen cálida, dulce y amiga, se fue conmigo.
Desde entonces, no ha dejado de acompañarme.
Por alguna razón, yo había adquirido el cuadro, pensaba; mientras el burbujear de miles de imágenes me saltaban desordenadas a la mente.
Cansado, me tiré en el sillón y me quedé dormido. Toda la oscuridad se me vino encima. Pasaron...no se cuantas horas, o quizás incluso días, o quizás años, hasta que un murmullo resonó en mis oídos como el incesante y eterno retorno de las olas. Sentí en mi nariz el aroma salobre del mar y abrí los ojos, y por un instante, quizás fugaz, pude mirarme en esos ojos que me acompañaron toda la vida.
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