Acordaos, oh Reina sin pecado
que en el mundo jamás se oyó decir
que ninguno después de requerir
vuestro socorro, fuera abandonado.
Desta confianza tímida animado
también yo traigo al trono de zafir
triste pasado, incierto porvenir
huérfano corazón desamparado.
Virgen madre de vírgenes y mía
no desechéis mis súplicas, clemente
pía y dulce Maria.
Antes bien, inclinando amablemente
materno oído a la boca bravía
romped de un golpe fabulosamente
las cadenas de mi melancolía,
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