Escuchamos de guerras, de poblaciones desplazadas, de familias que han perdido todo sin tener ninguna responsabilidad ni decisión en el asunto; vemos gente revolviendo la basura para poder comer; familias enteras durmiendo en la calle; contemplamos el horror de millones de niños asesinados en el vientre de su madre; de personas que se “autoperciben” de otro sexo y pretenden imponer al resto de la sociedad su visión de la realidad; la biología y la naturaleza desplazada por la ideología. Mientras tanto, desde el Foro Económico de Davos, unos hombres pretenden imponer una agenda mundial a espaldas de los pueblos, anunciando un próximo “transhumanismo”, que no es otra cosa que el sojuzgamiento de los hombres al poder del dinero, el sometimiento de las voluntades (con la implantación de chips) y la reacción ante el Creador, promocionando un supuesto “super humano”. En este mundo “globalizado” a la fuerza, sometido a las “realidades” fabricadas por medios de comunicación no comprometidos con la Verdad, sino al servicio de intereses, y de redes sociales que expanden falsas noticias, la Babel y Sodoma y Gomorra del Antiguo Testamento han quedado minúsculas.
En medio de ello, sólo hay un mensaje que llama al hombre a levantarse contra esa destrucción. No con las armas, no con el desprecio, sino con el Amor, con el único y verdadero Amor por la humanidad. Pronto llega el tiempo Pascual, tiempo en que Dios llama a cada hombre y cada mujer, no importa de donde venga ni de qué condición, ni raza, o edad, ni cuantos errores y pecados haya cometido, a que se “convierta y crea en el Evangelio”.
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