martes, 8 de noviembre de 2016

La llamada nocturna por Alejandro R. Melo

Sabido es que Buenos Aires se ha transformado en una ciudad insegura. Desde hace varios años la inseguridad se enseñorea de sus calles y nadie está a salvo de sufrir algún delito más o menos violento.
Cuando éramos niños jugábamos en la calle; siendo adolescentes volvíamos a la madrugada sin que nadie nos molestara y nuestros padres sólo nos advertían de peligros con el tránsito. Todos dormían tranquilos mientras sus hijos salían a recorrer la noche de Buenos Aires. Algunos iban a boliches, al cine, otros a comer pizza con los amigos o a recorrer las interminables librerías de la Avenida Corrientes.
Pero todo cambió: ya nadie está tranquilo. Cuando mis hijos eran más chicos y salían a bailar, apenas si pegaba un ojo y estaba atento al teléfono celular (que no existía obviamente en nuestra juventud). Estaba pronto para llevarlos, pero también para ir a buscarlos a la salida del boliche. No importaba que me tuviera que poner algo encima del pijamas para subirme al auto.
La otra noche ocurrió algo: eran como las dos de la madrugada y sonó el teléfono. Desperté, y me incorporé en la cama rápidamente, y tomé el tubo del teléfono.
-Pa!
- ¿que?
- no sabes lo que me pasó! - se escuchaba la voz de mi hijo en el teléfono-.
Como un rayo salté de la cama seguido por mi esposa, crucé el pasillo y de un golpe abrí la puerta de la habitación de mi hijo, para tranquilizarme al verlo en su cama, mientras se despertaba sobresaltado y me miraba sorprendido.
-¿qué te pasó? -seguí la conversación a mi interlocutor en el teléfono, pero ya tranquilo al comprender que se trataba de un intento frustrado de “secuestro virtual”.
- Me robaron- dijo la voz de mi hijo, y enseguida se cortó la comunicación.


Con el corazón agitado y luego de comentar el hecho con mi hijo y mi esposa, volví a mi habitación, y como no me quedé conforme llamé a la policía. Una agente femenina me dijo que de estar todos bien, no enviaría el patrullero, y que de desearlo, por la mañana, efectuara la denuncia en la comisaría o en la fiscalía.
Volví a la cama y me costó dormirme. Era la voz de mi hijo. Yo estaba muy impresionado por el parecido y por la misma inflexión de la voz.
Al día siguiente fue el comentario en la oficina, mientras recibía por respuesta de mis compañeros, que a ellos ya les había ocurrido.
Pasaron unas cuarenta y ocho horas y me encontré a almorzar con mi hijo. Llegaba exaltado.
-Me robaron! - me dijo.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Jesús en el supermercado. Relato por Alejandro R. Melo

Mañana de sábado en el supermercado. Mi mujer y yo empujando sendos carritos de mercadería. En el sector frutas llenamos algunas bolsas con naranjas, unos damascos y yo quería comprar un poco de uva, pero ella se opuso diciendo que estaba muy cara. Unos minutos después, llegamos a una góndola donde había ananás. Mi mujer los toca y me dice: -tu hija me pidió uno, pero están muy caros.
-llevalo- le digo.
Entonces me mira sonriente y me dice: -no se si se lo merece. Se lo merece no?
Yo le respondo, no haciéndome cargo de la broma: -No lo compro porque se lo merezca sino porque es mi hija.
Fue en ese momento que me vino a la cabeza unas palabras de Jesús en el Evangelio: “Si ustedes que son malos, dan cosas buenas a sus hijos, cuánto más vuestro Padre, que está en el cielo, dará cosas buenas a los que se lo piden”.
Entonces comienzo a reflexionar: ¿qué significa esta Palabra de Cristo?
Lo primero que me viene a la mente es esa comparación entre padres: No le damos cosas buenas a nuestros hijos porque hagan méritos para obtenerlas, sino porque los amamos, porque queremos que reciban los mejor. Y Dios hace eso con los hombres, porque es Padre. Enseguida me doy cuenta de que todo el mensaje de Jesús revela a un Dios Misericordioso, no a un dios vengador, que recurre al estilo de los ídolos y los dioses mitológicos al ojo por ojo, diente por diente. Dios no necesita pagarnos con la misma moneda nuestras faltas, nuestras ingratitudes. Es demasiado grande, lo ve todo, lo sabe todo, pero por sobre todo es Padre, y siempre está dispuesto a abrazarnos tiernamente.
Ahora, decir que es Padre es mucho más que decir que es Creador: pudo ser un Dios Creador ajeno a los sucesos que son consecuencias del origen: la razón seminal de la que hablaba San Agustín no se quedó en el origen. Cada tanto, y cuando Él lo decide, interviene en la vida de los hombres. Esto lo diferencia de la visión de un Dios ajeno, de un Dios extraño a la vida de los hombres. Tampoco es el dios panteísta de los orientales que confunde al Creador con la Creación.
Entonces caigo en cuenta que el mensaje de Jesús es revolucionario: ya nadie puede apropiarse de Dios, porque Dios es Padre de todos, no solo de los judíos, no solo de los que creen, no solo de los buenos, no solo de los “elegidos”. Dios es Padre de todos, pero no es dueño de todos: respeta la libertad de las criaturas. El cristianismo es la verdadera religión del Amor. Revela el rostro de Dios verdadero, ese que los hombres no podían ver porque es tan brillante que enceguece. Con Jesús, Dios se hace hombre, camina entre los hombres, trabaja con los hombres, asume la pobreza, las miserias y carga con el pecado, la enfermedad y la muerte.
En este punto de la reflexión de supermercado, yo sentía que mi alma estaba llena de alegría, de gozo, de contemplación. Me imaginé lo que serían las meditaciones de los monjes!
Luego pagué y volvimos para casa, y por supuesto llevando el famoso ananá con nosotros, y pensando en escribir este relato, para perpetuar el momento gozoso de la iluminación.
Hacia la noche, y pensando en darme a escribir, me dije: -tengo que buscar el pasaje del Evangelio que motivó mis pensamientos.
Busco en internet, para luego encontrar al día siguiente, hoy domingo, en el Evangelio.
Ahí me doy cuenta que existen dos relatos distintos en los evangelios de Mateo y de Lucas sobre el mismo hecho (Mateo 7:11 y Lucas 11:13). Pero con una leve diferencia: en el de Mateo, Jesús habla de “dar cosas buenas” a los hombres que se lo pidan, y en el de Lucas, “de enviar el Espíritu Santo” a los hombres que se lo pidan.
¿Cuál de los dos es el correcto? ¿Cuáles fueron las verdaderas palabras de Jesús en dicha ocasión?
Allí comprendí que los dos relatos son verdaderos y dicen lo mismo: uno habla de “cosas buenas” que es lo mismo a decir: dones espirituales. Y quien trae los dones espirituales a los hombres es el Espíritu Santo.
Jesús nos enseña, también en el supermercado.








jueves, 25 de agosto de 2016

DIVAGUES ASTRONÓMICOS por Alejandro R. Melo



Contemplando las estrellas pienso en todo el tiempo que he perdido sin mirar para el cielo...y cuanto tiempo hace que las estrellas me contemplan.
Pienso en lo que nos convertimos al deshacerse nuestro cuerpo físico y en lo que hemos sido desde el principio de los tiempos antes que el alma anidara en nuestro cuerpo. Pienso en los que creen que el universo nació solo y en los que piensan que nunca nació y que es eterno.
Una serie de contradicciones se derivan de todo ello: ¿cómo donde no hay nada aparece algo? Y ¿cómo ese algo no es una masa amorfa como el resto de la materia, sólo moldeada por los cataclismos, pero inerte. He leído últimamente varios estudios científicos y no terminan de explicar sus contradicciones. ¿Cómo es el salto de la materia inerte a la vida?
Hay algo que falta, porque contra toda lógica el universo biológico se ordenó, se reprodujo, se seleccionó, pasó por muchas catástrofes naturales y se reconstruyó. San Agustín decía que Dios había puesto la “razón seminal” de toda la Creación, de la cual han derivado todas las cosas inanimadas y animadas. Y pienso, animada viene “anima” o sea, de alma. Tal vez, ese sea el eslabón que le falta a la ciencia: reconocer el soplo divino en la vida.
Muchas dudas tienen aún los científicos: hasta principios del siglo XX creían que la galaxia era todo el universo. Hubble probó que la Vía Láctea era sólo una entre millones de galaxias y obtuvo la evidencia visual. Corría el año 1923, era el mismo año en que nacía mi mamá. Apenas hace poco más de 90 años, lo cual es nada en la historia humana y en los millones de años de la tierra. Luego probaron algo impensado: el Big Bang, es decir, que el universo, por lo menos el nuestro, nació de un solo punto, y ello si lo pensamos bien, tan sólo hace unos 13.800 millones de años.
Por las leyes de la física sabían los científicos que esa expansión provocada por la explosión llegaría un momento en que se desaceleraría, es decir, la lógica es que de la violenta explosión inicial el universo se expandiera a una velocidad que poco a poco iría perdiendo energía. Pero para sorpresa de todos, resulta que luego viene a descubrirse que el universo no sólo se está expandiendo (lo cual sería lógico por la inercia de la explosión), sino que increíblemente, cuanto más se expande, más se acelera esa expansión! El corrimiento al rojo en el espectro demuestra claramente esta realidad. Entonces aparece la búsqueda de la razón de este hecho increíble. Descubren los agujeros negros (que nadie sabe exactamente donde dan y que función tienen), y algo inesperado para justificar la expansión: la energía oscura (que sería justamente una fuerza antigravitacional o anti gravitatoria, responsable, según se supone, de que el universo se acelere en su expansión), y la materia oscura (inaccesible para la luz, por lo menos en las frecuencias que podemos percibir), pero responsable de efectos gravitacionales sobre las galaxias y estrellas. Todo esto se ha descubierto en poco más de un siglo.
Pienso en que debería estar mareado: la tierra está girando en este preciso momento sobre su eje a la vertiginosa velocidad de 1.800 km/h. En realidad nada, si pensamos que su traslación es de 108.000 km/h. Pero que también se mueve el sol junto con todo el sistema solar a una velocidad de 700.000 km/h alrededor de la galaxia. Pero el número es pequeño si pienso que la Vía Láctea se desplaza ahora mismo por el universo a una velocidad de 2.5 millones de km/h. Qué mareo!
En fin, yo miro a las estrellas, y ellas me miran a mi: sólo que cuando ellas me miran yo todavía no había nacido y cuando yo las miro, en muchos casos, ellas ya no existen hace miles de años. Curiosidades de la vista, que percibe la luz que sólo se traslada a 300.000 km/segundo en un universo observable de unos 93.000 millones de años luz (la luz recorre en un año algo así como 10 billones de kilómetros).
Vuelvo sobre mí, y recuerdo que allá por 1974, mi mamá se volvía en micro de San Bernardo, dejándonos a mi padre y a mí en la playa, porque mi abuela estaba muy enferma. Recuerdo que me contó que miraba por la ventanilla las estrellas y que se dijo que mientras pudiera ver una estrella muy brillante, mi abuela viviría. Bueno, mi abuela sobrevivió (al menos por esa vez), y mi madre regresó a sus vacaciones.
Algo que me convenció de mirar al cielo son los años y la certeza que la astronomía nos hace más humildes. Nos hace comprender lo pequeño que somos y a la vez nos hace ver que todos los importantes problemas por los que diariamente nos desvelamos, no son nada en la historia de la humanidad, en la historia del planeta, del sistema solar, de la galaxia, del universo (¿de los multiversos?). A la luz de la astronomía, toda la soberbia de los prepotentes se hace ridícula, risible.
Polvo al polvo, “recuerda hombre que eres polvo y en polvo te convertirás”, en realidad somos átomos, antes de ser hombres y luego de serlo también, sólo que organizados de otra forma.
Un gran misterio es el hombre, tan presuntuoso, y sin embargo tan débil que una simple bacteria es capaz de hacerlo desaparecer.
Durante mucho tiempo se buscó la armonía en el universo: los círculos perfectos, reflejos de la perfección del Creador. Luego aparecieron los que hablaron del caos, para finalmente comprender que aún en el caos hay una cierta armonía, una forma de organizarse que tal vez no está a simple vista o que va más allá de nuestro entendimiento.
El hombre, como diría el filósofo, “está en el horizonte de la eternidad”, con los pies en la tierra pero contemplando el Cosmos y aún más allá. ¿Qué es esa sed de trascendencia? ¿Sólo un epifenómeno de la soberbia humana? Sólo el hombre sobre la faz de la tierra es capaz de meditar sobre el más allá...El mono que habla está hace miles de años estupefacto: ¿qué hay más allá?
Y en toda nuestra pequeñez, adivinamos que nada es porque si, nada es casual: “Dios no juega a los dados con el universo” –dijo Einstein-.
Pero aún así necesitamos algo más personal, algo que nos acurruque como una madre tierna, algo que nos proteja y nos escuche, entonces pensamos en el Creador como nuestro Salvador.
Pienso en lo que dijo San Agustín: “¿Cómo es que somos tan pequeños, si somos un tesoro para Ti?”, para sólo rendirse a su intuición o a su fe, como mejor nos guste:“Porque nos has hecho para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Tí”.



miércoles, 27 de abril de 2016

Marcha de la armada - Argentina

Los ladrones de nueces. Cuento Anónimo francés.



Dos ladrones de nueces se refugian en un cementerio para distribuirse el botín. Hacen el ruido suficiente como para que el sacristán los oiga desde el presbiterio, y decide ir a ver qué pasa. Es de noche; el sacristán divisa entre las tumbas dos siluetas que le parecen horrorosas. Parecen estar contando y el hombre les oye decir:
-Una para ti, una para mí, una para ti, una para mí...

Aterrorizado, el sacristán echa a correr, va a buscar al párroco y tiembla al contarle la cosa a su manera:

-He visto al buen Dios y al diablo juntos en el cementerio. Se lo aseguro: estaban repartiéndose las almas de los difuntos.

El cura levanta los brazos al cielo, pero el otro insiste tanto que termina por seguirle. Se acercan los dos suavemente al triste lugar en el que se entierra a los humanos, pero no se atreven a entrar y se contentan con prestar atención. En ese momento, los ladrones han terminado de contar las nueces de los dos sacos colocados ante ellos. Y uno de ello le dice a su compañero: «Ve a buscar a los dos otros que están detrás del muro». Creyendo que hablan de ellos, el párroco y el sacristán huyen despavoridos. Aún siguen corriendo.

lunes, 4 de abril de 2016

Memorare (Oración de San Bernardo a la Santísima Virgen María)





Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!,

que jamás se ha oído decir

que ninguno de los que han acudido a vuestra protección,

implorando vuestro auxilio,

haya sido desamparado.


Animado por esta confianza, a Vos acudo,

oh Madre, Virgen de las vírgenes,

y gimiendo bajo el peso de mis pecados

me atrevo a comparecer ante Vos.

Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas,

antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.

lunes, 21 de marzo de 2016

LA SENSACIÓN. Relato por Alejandro R. Melo

Cada día tomaba aquella calle...los años pasaron y el paisaje apenas si se modificó desde que comencé a trabajar en el aserradero.
Ahora soy viejo y recorro los mismos olores, los mismos caminos somnolientos.
Cada día bajo la calle con el sonido de los pájaros jugueteando entre las ramas del bosque. En primavera sus trinos se transforman en un coro virtuoso que alegra mi vida.
Cada noche, cuesta arriba por mi calle, voy acompañado por el arrullar de los búhos y el fresco estremecimiento de las ramas de los eucaliptos, mientras sus hojas vibran ante la caricia del viento.
Ahora se me hace dificultoso caminar de vuelta la calle que lleva a la casa. De no ser por las fragancias que recogen mis sentidos, hace rato que sólo me hubiera sentado en la puerta, a contemplar el paso de los caminantes.
Pero mi calle tiene ese encanto. El bosque tiene su música. Por más que cada día pase por los mismos recodos, por las mismas piedras. Allí está la piedra grande al borde del camino. Más allá la casa del molino: puedo sentir el aroma del humo que quema su hogar y sale jugando por su chimenea. La casa estaba allí cuando nací. Decía mi padre que la construyó un viejo herrero del pueblo. “Era un hombre muy bondadoso”, -solía comentar mi madre.
El viejo molino de agua sigue moviendo sus aspas. La frescura de sus aguas sigue danzando en mi corazón y me evoca mi niñez, cuando mi padre me llevaba de la mano camino abajo hasta la escuela frente a la plaza.
Esta noche, la luna juega a las escondidas con las nubes que la acarician suavemente mientras forman bandadas que se llevan las penas de los hombres. Ellas nos recuerdan lo estúpido de las preocupaciones de los corazones, mientras el viento arrastra día tras día allá en lo alto, la futilidad de su permanencia.
Podría morir esta noche, mientras mis sentidos retienen los aromas del bosque, el canto de los pájaros, el murmullo del arroyo y el crujir de la alfombra de hojas en el otoño; las ramas de los eucaliptos balanceándose con el viento y lanzando su antiguo rezongo; el dulce aroma del agua del pozo; el pan haciéndose en el horno. Nada más anhelo, nada más necesito... Mi corazón está completo. Dios no tiene apuro, tan sólo espera paciente el fin de mi anécdota vital.

viernes, 5 de febrero de 2016

Penas y alegrías del amor. Poema de Rafael de León

Mira cómo se me pone
la piel cuando te recuerdo.

Por la garganta me sube
un río de sangre fresco
de la herida que atraviesa
de parte a parte mi cuerpo.
Tengo clavos en las manos
y cuchillos en los dedos
y en mi sien una corona
hecha de alfileres negros.

Mira cómo se me pone
la piel ca vez que me acuerdo
que soy un hombre casao
y sin embargo, te quiero.

Entre tu casa y mi casa
hay un muro de silencio,
de ortigas y de chumberas,
de cal, de arena, de viento,
de madreselvas oscuras
y de vidrios en acecho.
Un muro para que nunca
lo pueda saltar el pueblo
que anda rondando la llave
que guarda nuestro secreto.
¡Y yo sé bien que me quieres!
¡Y tú sabes que te quiero!
Y lo sabemos los dos
y nadie puede saberlo.

¡Ay, pena, penita, pena
de nuestro amor en silencio!
¡Ay, qué alegría, alegría,
quererte como te quiero!

Cuando por la noche a solas
me quedo con tu recuerdo
derribaría la pared
que separa nuestro sueño,
rompería con mis manos
de tu cancela los hierros,
con tal de verme a tu vera,
tormento de mis tormentos,
y te estaría besando
hasta quitarte el aliento.
Y luego, qué se me daba
quedarme en tus brazos muerto.

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!

Nuestro amor es agonía,
luto, angustia, llanto, miedo,
muerte, pena, sangre, vida,
luna, rosa, sol y viento.
Es morirse a cada paso
y seguir viviendo luego
con una espada de punta
siempre pendiente del techo.

Salgo de mi casa al campo
sólo con tu pensamiento,
para acariciar a solas
la tela de aquel pañuelo
que se te cayó un domingo
cuando venías del pueblo
y que no te he dicho nunca,
mi vida, que yo lo tengo.
Y lo estrujo entre mis manos
lo mismo que un limón nuevo,
y miro tus iniciales
y las repito en silencio
para que ni el campo sepa
lo que yo te estoy queriendo.

Ayer, en la Plaza Nueva,
—vida, no vuelvas a hacerlo—
te vi besar a mi niño,
a mi niño el más pequeño,
y cómo lo besarías
—¡ay, Virgen de los Remedios!—
que fue la primera vez
que a mí me distes un beso.
Llegué corriendo a mi casa,
alcé mi niño del suelo
y sin que nadie me viera,
como un ladrón en acecho,
en su cara de amapola
mordió mi boca tu beso.

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!

Mira, pase lo que pase,
aunque se hunda el firmamento,
aunque tu nombre y el mío
lo pisoteen por el suelo,
y aunque la tierra se abra
y aun cuando lo sepa el pueblo
y ponga nuestra bandera
de amor a los cuatro vientos,
sígueme queriendo así,
tormento de mis tormentos.

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!