Y he aquí una mujer que había sido pecadora en
la ciudad, como entendió que estaba a la mesa en casa de
aquel Fariseo, trajo un alabastro de ungüento,
Y estando detrás á sus pies, comenzó llorando a regar
con lágrimas sus pies, y los limpiaba con los cabellos
de su cabeza; y besaba sus pies, y los ungía
con el ungüento.
Y como vió esto el Fariseo que le había convidado,
habló entre sí, diciendo: Este, si fuera profeta,
conocería quién y cuál es la mujer que le toca,
que es pecadora.
Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón,
una cosa tengo que decirte. Y él dice: Di, Maestro.
Un acredor tenía dos deudores: el uno le debía
quinientos denarios, y el otro cincuenta;
Y no teniendo ellos de qué pagar, perdonó á ambos.
Di, pues, ¿cuál de éstos le amará más?
Y respondiendo Simón, dijo:
Pienso que aquél al cual perdonó más.
Y él le dijo: Rectamente has juzgado
Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer?
Entré en tu casa, no diste agua para mis pies; mas ésta ha
regado mis pies con lágrimas, y los ha limpiado
con los cabellos.
No me diste beso, mas ésta, desde que entré,
no ha cesado de besar mis pies.
No ungiste mi cabeza con óleo; mas ésta ha ungido
con ungüento mis pies.
Por lo cual te digo que sus muchos pecados son
perdonados, porque amó mucho; mas al que se
perdona poco, poco ama.
Y a ella dijo: Los pecados te son perdonados.
Y los que estaban juntamente sentados á la mesa,
comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste,
que también perdona pecados?
Y dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.
(Evangelio según San Lucas 7, 37-50)
Comentario: he aquí el verdadero pensamiento revolucionario de Cristo: muestra a Dios como es en su esencia Puro Amor. Más allá de nuestros fracasos, de nuestras falencias, de nuestras caídas y debilidades, El está siempre dispuesto a perdonar. Cristo enamora radicalmente el corazón del hombre, mi corazón, a pesar de mis defectos que son más innumerables que las arenas del mar. El es la Vida que nos habla con palabras sin tapujos, nos desnuda con la Verdad y nos encubre con su ternura. Es increíble, después de tantos siglos, la vigencia del mensaje de Cristo es cada día más actual. Para mí no necesito más pruebas: Jesús es el Hijo de Dios.
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