miércoles, 23 de abril de 2008

DE LAS TANTAS COSAS QUE NO PUEDE por Luis Benítez

De las tantas cosas que no puede

mostrar ciertamente la palabra,

la primera imposible es el olor

tan propio y exacto de las cosas.



La poesía también es como el aroma.



Así quedan sin nombre

el olor definitivo de la lluvia

y el efímero matiz que se respira

al asomarse a las sombras de un aljibe;

el olor del primer mar, a los seis años,

la fragancia, que nos asustaba, de los cielos nublados,

y el olor a comida de una casa

que nos fue querida.

La memoria tal vez sea

sólo visión de olores olvidados,

como este papel a donde llamo

a la presencia ardiente de unas hojas quemadas

y a la clave del enigma de la rosa;

al olor de las sangres

que no vi derramarse,

al olor del incienso y al del alcanfor,

un olor que resplandece;

al de las jóvenes mujeres en los baños públicos,

al de las monedas, que abandonan la mano

y que retornan, al de la tierra de Pinzón

una mañana de octubre, al de los gatos,

al olor milagroso de las cosas vulgares,

de las que apenas se comprende

que emanan la noche poderosa,

al de un río que corre lejos

y al que sin razón evoco,

al de la palabra marisma, al de retablo,

a los de esta mañana

que partieron a un país sin dónde,

al de una muchacha que se fue,

el 2 de noviembre de 1982,

para que mis palabras

pidieran el perfume de unos versos

y me quedaran la fecha y la balada,

el de las ballenas que tiñen

la espuma de aceite y de tamaño,

el de un hombre que hablaba del origen del día,

al de las tantas cosas

a las que no pude acercarme y que me esperan.

Son otro mundo más sobre este mundo,

veo el bosque y entre el bosque

la selva del aroma.

Yo me voy de los hombres y las cosas

como un salvaje que marcha a las ciudades

y dice adiós a su mundo de olores;

también a mí ellos vuelven

bellos y pesados como un remordimiento.

Serán desde estos versos mi memoria,

seguirán sobre el mundo

cuando me haya muerto.

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