viernes, 2 de febrero de 2007

EL NIDO DE CÓNDORES (Fragmento) por Olegario V. Andrade



I
¡En la negra tiniebla se destaca
como un brazo extendido hacia el vacío
para imponer silencio a sus rumores
un peñasco sombrío!

Blanca venda de nieve lo circunda
de nieve que gotea
como la negra sangre de una herida
abierta en la pelea.

¡Todo es silencio en torno! Hasta las nubes
van pasando, calladas,
como tropas de espectros, que dispersan
las ráfagas heladas.

¡Todo es silencio en torno! Pero hay algo
en el peñasco mismo
que se mueve y palpita cual si fuera
el corazón enfermo del abismo.

Es un nido de cóndores, colgado
de su cuello gigante,
que el viento de las cumbres balancea
como un pendón flotante.

Es un nido de cóndores andinos
en cuyo negro seno
¡Parecen que fermentan las borrascas
y que dormita el trueno!

Aquella negra masa se estremece
con inquietud extraña:
¡Es que sueña con algo que lo agita
el viejo morador de la montaña!

No sueña con el valle ni la sierra
de encantadoras galas:
ni menos con la espuma del torrente
que humedeció sus alas.

¡No sueña con el pico inaccesible
que en la noche se inflama,
despeñando por riscos y quebradas
sus témpanos de llama!

¡No sueña con la nube voladora
que pasó en la mañana,
arrastrando en los campos del espacio
su túnica de grana!

¡Muchas nubes pasaron a su vista,
holló muchos volcanes,
su plumaje mojaron y rizaron
torrentes y huracanes!

Es algo más querido lo que causa
su agitación extraña:
¡Un recuerdo que bulle en la cabeza
del viejo morador de la montaña!

En la tarde anterior, cuando volvía,
vencedor inclemente,
trayendo los despojos palpitantes
en la garra potente,
bajaban dos viajeros presurosos
la rápida ladera,
un niño y un anciano de alta talla
y blanca cabellera.

Hablaban en voz alta, y el anciano,
con acento vibrante,
"¡Vendrá, exclamaba, el héroe predilecto
de esta cumbre gigante!".

El cóndor. al oírlo, batió el vuelo,
lanzó ronco graznido
y fue a posar el ala fatigada
sobre el desierto nido.

¡Inquieto, tembloroso, como herido
de fúnebre congoja,
pasó la noche, y sorprendiólo el alba
con su pupila roja!

II
Enjambres de recuerdos punzadores
pasaban en tropel por su memoria.
¡Recuerdos de otros tiempos de esplendores
de otros tiempos de glorias,
en que era breve espacio a su ardimiento
la anchurosa región del vago viento!

Blanco el cuello y el ala reluciente,
iba en pos de la niebla fugitiva,
dando caza a las nubes en oriente
o con mirada altiva
en la garra pujante se apoyaba
¡Cual se apoya un titán sobre su clava!

Una mañana, ¡inolvidable día!,
ya iba a soltar el vuelo soberano
para surcar la inmensidad sombría
y descender al llano
a celebrar, con ansia convulsiva,
su sangriento festín de carne viva.

Cuando sintió un rumor nunca escuchado
en las hondas gargantas de occidente
¡El rumor del torrente desatado,
la cólera rugiente
del volcán que, en horrible paroxismo,
se revuelca en el fondo del abismo!

Choque de armas y cánticos de guerra
resonaron después. Relincho agudo
lanzó el corcel de la argentina tierra
desde el peñasco mudo
¡Y vibraron los bélicos clarines,
del Ande gigantesco en los confines!

Crecida muchedumbre se agolpaba,
cual las ondas del mar en sus linderos,
infantes y jinetes avanzaban,
desnudos los aceros
¡Y, atónita al sentirlos, la montaña
bajó la frente y desgarró su entraña!

¿Dónde van? ¿Dónde van? Dios los empuja,
amor de Patria y libertad los guía,
donde más fuerte la tormenta ruja,
donde la onda bravía
más ruda azote el piélago profundo
¡Van a morir o libertar un mundo!

III
Pensativo, a su frente, cual si fuera
en muda discusión con el destino,
iba el héroe inmortal que en la ribera
del gran río argentino
al león hispano asió de la melena
¡Y lo arrastró por la sangrienta arena!

El cóndor lo miró, voló del Ande
a la cresta más alta, repitiendo
con estridente grito: "¡Este es el grande!".
Y San Martín, oyendo,
cual si fuera el presagio de la historia,
Dijo a su vez: "¡Mirad! ¡Esa es mi gloria!".

No hay comentarios: