Cuando era adolescente, el Padre Bruno Ierullo, -a quien agradezco profundamente tantas bellas enseñanzas-, nos hablaba del "problema del mal". Lo hacía tomando dos ejemplos: uno del Libro de Job (a quien los amigos le endilgaban que le habían ocurrido sus desgracias porque era pecador, echándole la culpa, aunque Job era un hombre justo) y el relato de la historia del Capitán Seneguiriov y la muerte de su pequeño hijo IIiúshenchka, de la novela de Fiódor Dostoyevski, "Los hermanos Karamazov".
¿Por qué Dios permite el mal?
Y ante la tentación del desánimo, me vienen a la mente las respuestas profundas del desconocimiento que tenemos del Plan de Dios, que se ven plasmadas en la misma muerte de Jesús en la Cruz. El plan de Dios es misterioso, no tiene tiempo ni espacio que lo limite, tal como está escrito: "el cielo y la tierra pasarán, pero mi Palabra no pasará".
Dios respeta profundamente la libertad del hombre, tanto que permite que Adán y Eva, se aparten de la vida de la gracia. Ellos no lo verán, pero mucho tiempo después, el Plan de Dios se hizo Carne y Habitó entre nosotros, para la Redención de todos los que aman y creen en Él.
Igual que nosotros, los peregrinos de Emaús, iban apenados en el camino, pensando decepcionados, que se había perdido la esperanza luego de que los políticos, sumos sacerdotes y doctores de la ley habían llevado a la muerte a Jesús. Pero junto a ellos, comenzó a caminar el desconocido, que les explicó una a una las profecías que hablaban de Hijo del Hombre, y cómo era el verdadero Plan de Dios para la humanidad.
Hay también una certeza: en el fin del camino personal nos espera un juicio. Como diría San Juan de la Cruz: "En la tarde de la vida, te examinarán en el amor". No en el amor romántico ni sensiblero, no en el amor sexual y pasajero, sino en el verdadero Amor: aquel que da sin esperar nada, aquel que tiene el coraje de reconocer en el otro a su hermano, -como Hijo del mismo Padre-. Entonces, y cuando suene la trompeta del Ángel, el Señor dirá a los hicieron el bien: venid a mí, y a los que prefirieron vivir en el egoísmo, la violencia, la mentira, la codicia, la corrupción, el desprecio por la vida: "Apártense de mí, ejecutores de maldad".